Contemplación productiva

Hoy se ha perdido el sentido de lo que hacemos ya que no vemos un fin. El tiempo está tan atomizado que no hay una percepción teleológica de lo que llena nuestras vidas.

Contemplación productiva o al arte de resignificar nuestro tiempo de meditación.

Hace poco tiempo me llegó una síntesis de un texto llamado ‘El aroma del tiempo’. Su autor es un filósofo surcoreano, Byung-Chul Han, radicado en Alemania. Este escritor tiene la capacidad de reunir oriente y occidente y una maravillosa claridad para aunar esas dos cosmovisiones.

Elegí la serenidad de El cóndor pasa, de Simon & Garfunkel, para acompañar esta reflexión.

Byung-Chul analiza que hoy se ha perdido el sentido de lo que hacemos ya que no vemos un fin. El tiempo está tan atomizado que no hay una percepción teleológica de lo que llena nuestras vidas. El autor remite a que se ha perdido la vida contemplativa como tiempo creativo y necesario para darle un significado a nuestras actividades. Luego, analiza que hoy todo se ha vuelto productivo en términos económicos y eso provoca una sensación de que la vida contemplativa es perder el tiempo. Nos recuerda el sentido de la palabra ocio para Aristóteles, como contemplación de la verdad y no como tiempo pasivo. Esta percepción es la causa de que la vida contemplativa no tenga lugar en una sociedad en la todo se mide por productividad y trabajo. Sin embargo, qué necesario es ese detenerse a revisar nuestros pasos, demorarse para poder avanzar!

En el texto al que estoy haciendo referencia hay una comparación entre el turista y el peregrino. El primero va cambiando su rumbo sin un objetivo claro, mientras que el peregrino va de aquí a allá sabiendo cuál es su meta. El turista no puede detenerse, no puede demorarse. El peregrino tiene otro objetivo, otro tiempo, la demora es vivencia, es contemplación.

Y mientras leía esa síntesis de ‘El aroma del tiempo’ recordé varios post de este blog sobre cuevas y contemplación. Las cuevas son la metáfora del momento contemplativo al que refiere Byung-Chul. He necesitado varias veces detenerme en alguna cueva para reordenar pasos, para reflexionar ante encrucijadas, para volver a peregrinar y no convertirme en turista. Esos momentos en cuevas son productivos en el sentido personal, son momentos de crecimiento interior y de mucha creatividad.

Coincido con Byun-Chul en que demorarse es un arte. Y una necesidad.

Tal vez sea ahora un nuevo momento de dejar a un costado del camino mi mochila y detenerme en una cueva para hacer honor a la humana-divina contemplación.

Buen camino o buena demora!

 

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