Meditar con una imagen: una propuesta en la práctica de la meditación.
En el camino de la meditación, hay variadas maneras de dar cada paso. Son los instrumentos a través de los cuales avanzamos hacia nuestro interior, hacia nuestro corazón. Esos instrumentos son solo un medio. El fin es el encuentro íntimo con nuestra esencia. Por eso, es importante no quedarnos en el instrumento, sino trascenderlo para avanzar hacia nuestra meta.
Uno de esos instrumentos son los mantras, otros las lecturas. Hoy sumo otro más: las imágenes. Con ellas iniciamos un camino de contemplación en el cual trataremos de recibir todo aquello que la imagen nos trasmite. De ahí, la importancia de elegir la imagen cuyas cualidades nos acompañen en el camino hacia la serenidad mental y abran nuestro corazón.
Puede ser una imagen religiosa (del culto que elijas), una imagen de la naturaleza (contemplar un árbol, una corriente de agua, un amanecer, el mar), un objeto (vela encendida). Nos volveremos observadores de esa imagen, con los ojos abiertos, concentrándonos en ella, descubriendo los atributos y cualidades que ella tiene y sintiéndonos uno con esos ellos. Y si nos distraemos, en cuanto nos damos cuenta que otros pensamientos nos alejan de nuestro objeto de contemplación, volvemos a la imagen. Cuando ya estemos inmersos en esos atributos, podremos cerrar los ojos y continuar la contemplación interna de esas cualidades.
Es muy habitual meditar con ojos cerrados. Sin embargo, meditar con ojos abiertos nos ayuda a concentrarnos más y a no aletargarnos.
Vuelvo a Pema Chodron, quien en su ‘Como meditar’ nos ofrece su mirada y experiencia sobre la meditación con una imagen y prestando atención a los que vemos:
‘Normalmente, pido que se mantengan los ojos abiertos, pero no es necesario que tengas toda la atención siempre fija en el objeto concreto que estás viendo. Puedes simplemente tomar la sensación de lo que ves; el espacio, el aire, la totalidad del campo de visión que se extiende frente a ti. También puedes practicar con los tres tipos diferentes de mirada, y el objeto de meditación puede ser cualquier cosa sobre la que recaiga tu mirada. Y debes permanecer con él al menos durante un par de minutos.
Si diriges la mirada hacia abajo, muy cerca, ¿qué ves? Haz de ello tu objeto de meditación, y sigue mirándolo. Cuando la mente se distraiga, vuelve ahí.
Para la siguiente mirada, utiliza tu mirada habitual, que se dirige a unos dos metros frente a ti. De nuevo, el objeto de meditación será aquello que vean tus ojos.
Finalmente mira hacia el frente. Deja que lo que veas sea el objeto de tu meditación.
Estás utilizando un objeto visual como objeto shamatha [calma mental]. En todos los casos, limítate a mirar. Sin etiquetar como «bueno» o «malo», «correcto» o «equivocado», «bonito» o «feo». Simplemente mira.
Si los ojos te hacen cosas raras, limítate a observar eso y no te distraigas. O si te distraes, vuelve a mirar lo que está ocurriendo ahí. Al hacer esto, utilizar la conciencia visual, con frecuencia se tienen ilusiones visuales: ver luz, garabatos o pequeños destellos. No importa. Eso no es ni positivo ni negativo. Puedes incluirlo en la meditación. Y si no ocurre nada, perfecto también. Si tu atención se distrae, date cuenta muy amablemente. Después déjalo pasar, disolverse, y vuelve a concentrarte en la mirada. Cuando algo de lo que veas inicie esta reacción en cadena de pensamientos, sé consciente de ello, tócalo déjalo pasar… Vuelve a mirar. Deja que sea de forma muy ligera, relajada, sin juzgar.
Cuando llegues al final de esta meditación, relájate.’
¿Conocías esta práctica de meditación con ojos abiertos?