Un alto en el camino también es avanzar

Descansar es una parte necesaria en el camino. Descansar repone, física, mental, espiritualmente. Es necesario escuchar al cuerpo y hacer un alto en una cueva. Y en la cueva, también se avanza.

Un alto en el camino también es avanzar.

Descansar es una parte necesaria en el camino. Descansar repone, física, mental, espiritualmente. Y permite seguir avanzando. Es necesario escuchar al cuerpo y hacer un alto en una cueva. Y permanecer en ella todo el tiempo necesario para recuperarse de la exigencia del camino. Y en la cueva, también se avanza.

Mientras estoy hoy en mi cueva escucho el Concierto de Aranjuez , un tema que genera la calma necesaria para seguir caminando aunque estemos, aparentemente, detenidos. Maffesoli lo llamaría ‘viajes inmóviles’: ‘es posible vagabundear sin moverse o la inmovilidad puede nutrirse de múltiples aventuras’.

Me ha pasado varias veces en el camino de la vida que cuando no escuchamos al cuerpo que nos pide un alto, un descanso para reponernos y revisar nuestro sendero, o nuestro equipaje, algo sucede que nos frena y nos obliga a detenernos para avanzar en otras dimensiones. Una enfermedad, un accidente. Y de golpe, de manera forzada y sorpresiva, se hace un silencio que nos lleva a escuchar lo que la vorágine cotidiana había tapado. Cada vez que me ha sucedido me digo: sería bueno no llegar a pasar por esto para darme cuenta que necesitaba refugiarme un tiempo en una cueva y fortalecer mi camino desde cimientos intangibles, desde un sentido vital. Pero me parece que he estado sorda y solo cuando mi cuerpo grita decido escuchar.

Otra posibilidad es que cada vez que eso sucede, es porque hay nuevos aprendizajes para realizar. Es decir, que no sea solo sordera (aunque algo de ella hay) sino que se sume la oportunidad de un cambio de paradigma. El camino ya recorrido nos ha preparado para recibir aprendizajes nuevos y los cimbronazos, las situaciones límite tengan esa misión. En la medida que podamos aprender de esas paradas obligatorias, podremos descubrir caminos que teníamos disponibles y no los podíamos ver. Y si no aprendemos, el camino nos dará una nueva ocasión de estar en la cueva para avanzar hacia senderos cuyo recorrido es para nuestro bienestar y para el de quienes nos rodean.

Cuando salimos de la cueva, encontramos otro camino. Aunque en apariencia sea el mismo (mismos afectos, mismo trabajo, misma ciudad) lo vemos desde otro ángulo, como desde un dron. Y es distinto. Y no hay vuelta atrás. Cada paso se redimensiona y adquiere un significado que carga de sentido nuestro caminar.

¿Tuviste alguna experiencia de ‘cueva obligada’?

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