Un camino espiritual en la nieve.
La experiencia de meditar en una cueva en la nieve de una monja budista.
Esta lectura que te propongo la descubrí en un momento en que yo, simbólicamente, estaba en una cueva, tratando de hallar un espacio de introspección. El título del libro es ‘Una cueva en la nieve’ y la autora es Vicki Mackenzie. Relata el camino espiritual de una monja budista (Tenzin Palmo). Sus vivencias me resultaron muy significativas y me llevaron a reflexionar sobre aquello evidente que no vemos.
Dado que es un libro con derechos de autor, no puedo ofrecer un enlace de descarga libre, pero encontré una buena reseña para que te adentres en lo central del texto.
Quiero contarte con mis palabras una parte del texto que me resulta muy actual y pone en evidencia que algo nos une a quienes vivimos en un gran ciudad con quienes eligen un retiro en un cueva en el Himalaya. Tal vez este relato te impulse a conocer más sobre esta cueva en la nieve.
Cuenta Tenzin Palmo que buscó por mucho tiempo una cueva en la que meditar. Cuando la encontró quedó cautivada. Aquello era lo que buscaba. En ese lugar, apostada como un águila en la cima del mundo, no la molestaría el fragor y la confusión de los asuntos humanos. Gozaría del silencio absoluto que tanto anhelaba, ese silencio tan necesario para la búsqueda interior ya que, como todos los meditadores, sabía que solo en el silencio más absoluto puede oírse la voz del Absoluto. Podía retirarse a su cueva y llevar a cabo sus prácticas espirituales sin interrupción. Podía salir y contemplar las montañas y el cielo infinito.
Muchos años después, ya en la vida monástica secular, la periodista Vicki Mackenzie le preguntó por su experiencia en aquella cueva. Le preguntó que la había llevado hasta ahí. ‘El objetivo de la vida es descubrir nuestra naturaleza espiritual, y para ello una tiene que practicar, recoger los frutos del camino, porque de otro modo una no tiene nada que ofrecer a los demás’, respondió.
‘¿Hubo algo que echara de menos?’ siguió preguntando la entrevistadora. ‘Eché de menos a mi maestro, pero nada más. Era muy feliz y tenía todo lo que quería.’ respondió Tenzin. ‘Pero irse a una cueva’, insistió Vicki, ‘¿no era una forma de escapar, de evadirse de las dificultades de una vida ‘normal’?’ La respuesta fue muy rápida: ‘No, en absoluto. La vida mundana supone una escapatoria para mi mente. Cuando tienes un problema siempre puedes conectar el televisor, llamar a una amiga o ir a tomar un café. En cambio, en una cueva, no puedes acudir a nadie más que a ti mismo. Cuando surgen los problemas y las cosas se ponen feas, no tienes más remedio que pasar por ello y lograr salir por el otro lado. En una cueva debes enfrentarte a tu propia naturaleza en estado puro.’
Ojalá esta lectura te resulte tan clara como señal en el camino como lo ha sido para mí.