El viaje inmóvil
El título del post es inspiración de una parte de un libro de Marguerite Yourcenar, Opus nigrum. La segunda parte de esta ‘ficción histórica’ se titula ‘La vida inmóvil’. La primera parte es ‘La vida errante’. El protagonista, Zenón, es un viajero renacentista de caminos terrenales y espirituales.
En este trayecto de hoy, me acompaña Enya con su Book of days.
Zenón, personaje literario basado en algunas personas reales de la Europa de los siglos XV y XVI, es un médico, alquimista y filósofo que busca respuestas a lo largo de toda su vida.
Es muy interesante la metáfora que subyace a lo largo de toda la obra entre la alquimia y la realización espiritual. El propio título de la obra, Opus nigrum, refiere a un proceso alquímico. La autora destaca que ‘la fórmula OPUS NIGRUM (…) designa en los tratados alquímicos la fase de separación y disolución’ – solve et coagula- ‘de la sustancia que, según se dice, es la parte más difícil de la Gran Obra.’ Y agrega algo que me resulta muy significativo: ‘Sigue aún discutiéndose si esta expresión se aplicaba a experiencias audaces sobre la misma materia o si se entendía como un símbolo de las pruebas del espíritu que se libera de rutinas y prejuicios. Sin duda, significó alternativamente lo uno y lo otro.’ La alquimia como metáfora de la evolución espiritual.
La autora hace que el protagonista sea un viajero durante su juventud y temprana adultez. Errando por los caminos, va desde Europa al Cercano Oriente y norte de África. En sus caminos se va formando tanto en conocimientos como en experiencias. Su destino al caminar, según el propio Zenón dice, es encontrarse a sí mismo.
A esa vida errante, le sucede un segundo momento de ‘viaje inmóvil’, vida sedentaria. Instalado como médico en su ciudad natal, empieza otros viajes: viajes internos, revisando y resignificando sus experiencias pasadas. Separa y disuelve su propia vida como lo hace con sus experiencias alquímicas. A pesar de su aparente inmovilidad, transita intensamente caminos internos que lo llevan a conocerse y a perder sus miedos. En la quietud, en la inmovilidad, avanza.
La relación con el Tao me resultó llamativa: hay una universalidad en la idea un ‘viaje inmóvil’, de avanzar a través de la quietud.
‘Mezclándose libremente con el agua turbia./¿Quién puede recostarse en un lugar fangoso?/ Este lugar se aclara quedándose quieto./’ Es la separación, solve, de la fórmula alquímica. La quietud aclara, separa. El alto en el camino es un gran avance en el viaje.
Cuando estamos frente a una encrucijada, cuando dudamos qué camino tomar, permanecer en la quietud, hacer nuestro viaje inmóvil sea, tal vez, la mejor alternativa.
Quietud movilizadora. Detenernos a meditar, a reponernos, es seguir avanzando.