Caminar en el punto inmóvil es integrarse al sendero, sentirse parte de él.
Desiderata, un poema que se hizo muy popular por los años setenta, comienza con ‘anda plácidamente entre el ruido y la prisa y recuerda qué paz puede haber en el silencio’. Más adelante propone ‘mantén en la ruidosa confusión, paz con tu alma’. Sabios consejos que evidencian lo difícil que resulta mantener el camino hacia uno/a mismo/a en medio de la cotidianeidad ruidosa y acelerada. Salvo que vivamos en vida contemplativa en un monasterio o en una cueva, parece un desafío grande mantener serenamente ese camino interior.
Hoy elegí acompañarme por un tema de Gustavo Santaolalla. Él es un explorador de caminos espirituales de las diferentes formas que se conciben. Sus temas dan cuenta de ello. Acá escuchamos Paraná, de su álbum Camino, que nos ayudará a andar plácidamente.
Shinoda Bolen, en su El Tao de la psicología, se plantea la diferencia entre los caminos externos y el camino interior. Los caminos externos son visibles. Las personas que nos rodean conocen qué rumbo vamos tomando. Es evidente el recorrido de nuestra historia personal, laboral. Combinar ese sendero que lleva nuestra vida externa con nuestro camino interior nos puede confundir, desorientar, dudar, hacer desistir.
Shinoda nos dice que a veces seguimos a una multitud que es empujada o arrastrada por una autopista transitada o conocida (muchos movimientos espirituales, religiones, escuelas filosóficas, etc). Sí, podemos seguir por ahí o elegir nuestro propio camino ‘aún en medio de la masa, reflexionando y escuchando un pálpito interior’ (en palabras de Bolen). Sigue diciendo la autora:
‘¿Qué camino elegimos? ¿A qué prestamos atención? ¿Qué señales seguimos? Hay tantas direcciones potencialmente confusas, tanto desorden y barullo a nuestro alrededor que ahogan nuestra capacidad de tomar conciencia del punto inmóvil mientras recorremos el camino que hayamos escogido. Quizás los caminos externos no conduzcan a ninguna parte, y lo importante consista en si los recorremos de acuerdo con un camino interior.’
Ese punto inmóvil es el ancla que nos hace detenernos en medio del ruido y la prisa para poder volver a la armonía con nuestra alma. Es lo que plantea el Libro del Tao: ‘Sin salir de la puerta / puedes conocer los caminos del mundo / Sin mirar por la ventana / puedes conocer los caminos del cielo./ Cuanto más lejos te vas, menos aprendes./ Por eso, el hombre sabio / llega sin necesidad de caminar.’ Esa inmovilidad es la que realiza sin actuar, el wu wei.
¿Cómo encontrar ese punto inmóvil que nos hace viajar y avanzar sin movernos? Nuevamente recurro a Shinoda. Ella distingue dos ideas dentro del concepto tiempo: el kronos y el kairos.
El kronos es el tiempo que se mide, el del camino externo que nos dice a qué hora pasa el tren, cuándo empieza nuestro horario de trabajo o qué marca el reloj cuando nos vamos a dormir. En cambio, el kairos es el tiempo atemporal de nuestro camino interior. Es como un tiempo detenido, nutritivo, renovador. Shinoda lo describe como el que ‘ocurre cuando estamos completamente implicados en lo que hacemos; nos absorbe de tal modo que lo perdemos de vista. Acompaña siempre momentos de especial significación espiritual y sentido emocional, momentos en que nos sentimos integrados con el sí mismo, el Tao, el amor que nos vincula a los demás.’ Momentos en que nos sentimos parte de un Todo único e intangible pero real.
Es así como podemos andar entre el ruido y la prisa y recordar la paz que puede haber en el silencio. Aún en medio de la ruidosa confusión, podemos estar en paz con nuestra alma. Busquemos la vivencia de aquellas actividades, espacios, sonidos que nos hacen olvidar del kronos y empaparnos, nutrirnos del kairos.
La próxima vez que nos demos cuenta que estamos viviendo la experiencia de un tiempo no medible porque estamos haciendo algo que nos integra como totalidad y a la totalidad, agradezcamos que estamos en ese punto inmóvil que nos hace avanzar en el camino.
¿Qué camino interior precede a caminar por este otro camino?