Cuando el camino se convierte en laberinto.
Los laberintos están presentes casi cotidianamente. Desde lo lúdico hasta lo simbólico, pasando por lo laboral o lo personal, las imágenes de caminos que se entrecruzan, que nos confunden, que nos hacen volver al mismo lugar están presentes en muchos momentos. Las sensaciones de estar en un laberinto pueden variar desde la angustia al desafío, de la perseverancia al intento de abandono.
Vuelvo a escuchar a Enya, esta vez en Anywhere is. La letra de este tema me parece muy representativa de la idea de un laberinto: es cualquier lugar, podemos perdernos, podemos seguir, podemos volver a empezar, podemos sumergirnos en él.
Los laberintos en los que se puede convertir nuestro camino son valiosos y llegan cuando necesitamos hacer un alto, un cambio, una reflexión. Hay laberintos que asustan porque no vemos la salida y no sabemos qué podemos encontrar; otros nos recuerdan que llegar al centro del laberinto es una metáfora de nuestra propia introspección, es la búsqueda de con-centrarse. Otros laberintos nos llevan a detenernos para ir y volver varias veces hasta encontrar el salida.
Maffesoli nos recuerda que ‘no hay progresión sin regresión’. Volver sobre nuestros pasos, elegir otro camino en la encrucijada, encontrar un sendero sin salida y buscar otro, son acciones a las que nos arriesgamos al entrar en un laberinto. El laberinto nos trae la imagen de un lugar (Maffesoli dice ‘refugio’) cerrado desde el cual podemos soñar la vida. El laberinto es como la cueva. Necesario para poder seguir avanzando. Si hay un laberinto en medio del camino, no podremos evitarlo. Será necesario entrar en él para continuar el viaje.
Shinoda Bolen, en su Viaje a Avalon, explica el simbolismo de algunos laberintos en lugares sagrados (ella pone como ejemplo el de la Catedral de Chartres). Muchos laberintos se construían en la entrada de grutas que eran lugares de peregrinación. Estas grutas simbolizaban refugios que la tierra ofrecía como si se volviera al útero materno a buscar protección. Un lugar en donde estar seguros hasta encontrar la salida, hasta sentirse fuerte para seguir el camino.
Hay múltiples laberintos que podemos encontrar en el camino. Algunos nos hacen sentir que entramos en grutas, otros que nos proponen aceptar el desafío de llegar al centro, otros que nos llevar a meditar mientras los recorremos sin rumbo cierto. Cuando nuestro camino se convierte en laberinto, aceptemos entrar solos/as. No busquemos a quien ya conoce la salida porque nos estará sacando de este laberinto pero sin aprender a cómo salir de él. Su aprendizaje no es el nuestro. Si el laberinto apareció, es porque hay un aprendizaje a realizar mientras lo recorremos.
Creo que empezar a recorrer el laberinto que el camino nos puso en el recorrido nos invita a llegar al centro y solo cuando lleguemos a ese centro podremos ver la salida. Es más, muchas veces la salida está al llegar al centro.
¿Qué significan los laberintos en tu camino?