Laberintos para recorrer y encontrarse.
Cuando pensamos en laberintos tal vez nos venga la mente algún juego en una revista. O quizás algún recorrido en un parque entre murallas vegetales. También e,s probable que tengamos la idea que los laberintos requieren de ingenio para poder encontrar el camino correcto en medio de recorridos truncos que no llevan a ningún lado.
Incluso cuando se está en un problema al que no se le encuentra salida, se dice que se está en un laberinto. Así se destaca que se está perdido y no se sabe por dónde seguir.
Sin embargo, el laberinto es un símbolo universal que remite a un único camino hacia el centro de él mismo, que tiene una sola entrada y un recorrido único. No es para perderse; es para encontrarse.
En inglés se usan dos palabras para diferenciar esos laberintos lúdicos que buscan desorientar de los laberintos originales que tienen un único recorrido. A los primeros los denominan ‘maze’ y a los otros los llaman ‘labyrinth’. En español no existe esa distinción por lo que podríamos diferenciarlos denominando laberintos multicursales a los primeros y laberintos propiamente dichos o unicursales a los segundos.
La presencia de esos dibujos que proponen hacer un recorrido que nos lleve hacia su centro está registrada en distintas épocas y lugares. Sin embargo, el más famoso de estos laberintos remite al mito griego del laberinto de Cnosos, donde moraba el Minotauro.
Los laberintos unicursales son símbolos de nuestros peregrinajes hacia nuestro interior, de nuestras búsquedas, de nuestras idas y vueltas en pos de hallar ese centro. Representan también que una vez que se haya llegado a ese centro, se necesitará salir de ese laberinto habiendo sumado la experiencia de haber recorrido ese viaje hacia el interior y haberse transformado.
Te propongo una lectura maravillosa de Jaime Buigas Tallon que profundiza el símbolo del laberinto, su historia, su sentido, su fortaleza. A mí me atrapó este símbolo de peregrinaje y caminos hacia nuestro interior.
Buen camino!