Situaciones límites, grandes maestras.
Suele suceder que cuando pasamos por situaciones que nos parecen que son lo peor que nos podría ocurrir, terminamos reconociendo que esos hechos nos ayudaron a encontrar fortalezas que desconocíamos que teníamos. Me pasó en lo personal y cuento la experiencia en un libro.
Hace un tiempo, pude conversar con una mujer a la que le habían robado todo durante un viaje (desde ropa y dinero hasta documentos). Quedó varada y en la calle. Eran tiempos en los que no había celulares que ayudaran a encontrar ayuda rápidamente. Y luego de contarme todos los sufrimientos y penurias que vivió, me sorprendió con un ‘fue lo mejor que me pudo haber pasado’. Porque se desprendió forzosamente de todo lo que no necesitaba y se construyó con lo único que le había quedado: ella misma.
Situaciones límites que se vuelven grandes maestras de la vida; experiencias que parecen sagradas ya que nos ponen en contacto con lo eterno, lo intangible, lo inmutable, lo real.
Y de estas experiencias, de su gran valor y de cómo perderles el miedo nos habla Pema Chodron en Cuando todo se derrumba. Es una lectura accesible y llana, en la que la autora nos relata su propia experiencia límite y cómo eso la acercó a lo que resultó ser su camino espiritual.
Transcribo un par de párrafos para motivarte a que leas alguno de sus movilizadores capítulos. Pueden darte serenidad si estás pasando por alguna de esas situaciones límites que te quitan toda esperanza.
‘Que todo se nos venga abajo es una prueba y también una especie de curación. Pensamos que la cuestión es pasar la prueba o superar el problema, pero en realidad las cosas no se resuelven. Las cosas se caen a pedazos y después éstos se vuelven a juntar. Simplemente sucede así. La curación proviene del hecho de dejar espacio para que todo esto ocurra: espacio para la pena, para el alivio, para la aflicción y para la alegría.’
‘Pensar que finalmente podemos tenerlo todo en orden no es realista. Buscar una seguridad duradera es fútil. Deshacer nuestros patrones habituales, tan antiguos y arraigados, requiere poner del revés a algunas de nuestras suposiciones más básicas. Creer en un yo sólido y separado que busca continuamente el placer y evita el dolor, pensar que alguien «ahí fuera» tiene la culpa de nuestro dolor… uno tiene que hartarse completamente de esta manera de pensar. Uno tiene que renunciar a la esperanza de que esta forma de pensar le aportará satisfacción. El sufrimiento empieza a disolverse cuando cuestionamos la creencia o la
esperanza de que hay algún lugar donde ocultarse.’
Es una manera distinta de ver las situaciones límites, una mirada que, tal vez, nos ayude a destrabar lo que nos mantiene en el lugar del sufrimiento.
Buena lectura!