Viajar liviano, sin apego al equipaje.
Vuelvo a caminar y me detengo a ver mi equipaje. Quiero caminar liviana; eso es muy placentero. Sin embargo, no es sencillo sacar cosas de la mochila. Cuesta soltar; nos apegamos al equipaje, tal vez nos da seguridad.
Vienen a mi mente las recomendaciones de peregrinaje del camino de Santiago. Y recuerdo un tema de Loreena Mackenitt llamado Santiago, en homenaje a Santiago de Compostela.
Ése es un camino milenario. ¿Qué llevaban en sus morrales los antiguos peregrinos, aquellos que inauguraron el camino? Imagino que muy poco. Confiaban en que el camino les daría lo necesario: alimento, refugio, compañía, vestido. Movidos por la fe, el equipaje material no era lo importante. ¿Qué se lleva ahora? Mochila de no más de 12 kg, bastones, mudas de materiales tecnológicos, súper alimentos y bebidas. Y por si no alcanza, hay un servicio para trasladar el resto del equipaje por flete entre cada posta. ¿Y la motivación por el camino? ¿Eso se lleva o es prescindible? ¿Eso es caminar liviano o pesa todo aquello, material y confortable, de lo que no podemos desapegarnos?
¿Cómo aprender a viajar liviano? ¿Cómo desapegarse de lo superfluo? Recuerdo el fragmento de una poesía (o prosa según otras versiones) que toma este tema como reflexión:
Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte
sin un termómetro, una bolsa de agua caliente,
un paraguas y un paracaídas.
Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo
a principios de la primavera y
seguiría así hasta concluir el otoño.
Según qué fuente se consulte figura que el autor/a es Jorge Luis Borges, Nadine Stair, Don Herold, Gabriel García Márquez. Parece que el tema de viajes, equipajes, aciertos, errores, es universal.
También hay un relato oriental (aunque no parece ser un tema solo de Oriente) sobre este tema. Decía algo así como que un joven ávido de conocimientos fue a visitar a un famoso sabio. Al llegar a su encuentro se sorprendió al ver que el sabio vivía en una habitación muy simple, austera, con poco mobiliario (apenas una cama, una mesa y un banco) y libros. Luego de presentarse, le pregunta ‘¿Dónde están sus muebles?’. Y el sabio preguntó ‘¿Y dónde están los suyos?’ Sorprendido, el joven dijo: ‘No los tengo conmigo. Yo estoy aquí solamente de paso.’ Y la respuesta fue: ‘Yo también. ‘
Tenzin Palmo, monja budista meditadora del Himalaya, vivió 12 años en una cueva pequeña tan solo con su caja de meditación, una sartén, un abrigo, una tetera, una taza, algunos objetos religiosos y poco más. Lo más importante es que tenía la decisión de descubrir quién era.
Es parte del camino alivianar la mochila, aprender a soltar, aprender a desapegarse. Si algo es tan nuestro que sí o sí lo llevaremos, vendrá con nosotros. Y si lo queremos dejar, en el camino lo volveremos a encontrar. Nos acompañará. Mientras decidamos cargarlo, será pesado, dificultará el caminar. Pero si aceptamos llevarlo porque sabemos que es nuestro, entonces tal vez se haga liviano y ya no nos pese. ¿Qué recuerdos experiencias, sentimientos, emociones tenemos que, aunque no nos abandonen, ya no nos pesan?
Cuando empezamos el camino, ¿la mochila es grande y se va achicando a medida que avanzamos? ¿O empezó pequeña y cada vez cargamos más peso? ¿Soltamos o agregamos? ¿Nos aferramos o nos desapegamos?
Aprender a soltar: otra enseñanza del camino.