Caminar nos define. Llevamos en nuestro interior un ancestral gen nómade que nos impulsa a caminar.
El camino, el viaje, ser peregrino, ser caminante, ser nómade, son símbolos que aparecen en muchas (¿en todas?) las culturas desde tiempos antiguos y hasta la actualidad. El placer de viajar, de buscar distintos destinos, por diferentes senderos no es solo algo tangible en viajes concretos sino también en viajes espirituales, oníricos, literarios, religiosos, filosóficos, etc.
Somos esencialmente viajeros/as. Ser peregrinos/as nos define. Tanto frente a circunstancias complejas como gozosas de la vida, la imagen o propuesta de un viaje, de un camino aparece en algún momento. Se nos ocurre o nos la sugieren. Pero está ahí, latente, lista para ser materializada. Emprender un viaje, hacia afuera, es también iniciarlo hacia dentro: el auténtico viaje. Es paradójico que sea necesario irse para encontrarse. Pero lo venimos haciendo como humanidad desde el comienzo. Hay como un mandato ancestral que nos lleva a viajar, a movernos, a caminar, a buscar. Y a encontrar sentido y placer en ello.
Cada vez que viajamos, de manera material o simbólica, sea para celebrar un acontecimiento, para buscar nuevas experiencias, para relajarnos o retirarnos de una cotidianeidad abrumadora, para cumplir una promesa, para buscar nuestras raíces o por el motivo que sea, nos unimos y homenajeamos a todos/as los peregrinos y caminantes que nos precedieron. Y somos uno/a con ellos/as.
Buen camino!