Caminar es rebeldía.
Hoy sigo revisando el libro de Maffesoli (El nomadismo. Vagabundeos iniciáticos). A medida que releo sus palabras, sus citas, otro libro viene a mi mente: Anarquismo trashumante, de Osvaldo Baigorria. Los análisis teóricos de Maffesoli parecen corporizarse en los casos reales de crotos y linyeras de los que habla Baigorria.
Y me acompaño con un tema de Enya, que también habla de ir a otros lugares, explorar nuevas rutas: Orinoco flow .
Maffesoli cita a Platón quien, pensando en la regulación social, se muestra preocupado por la inquietante naturaleza del viajero. Los extranjeros, los que estaban fuera de las murallas, los que llegaban de otros lados, podían traer novedades, información, contar cómo se vivía en otros lugares. Y eso era riesgoso. Interesante perspectiva.
El nomadismo impide el afincamiento, el sometimiento a normas y regulaciones. El nomadismo se da la mano con la libertad y eso es muy revolucionario: rompe con lo instituido, altera el orden establecido, no acepta el confinamiento. Vuelve Maffesoli a encontrar la cita justa, esta vez de Rufin: ‘nada molesta tanto a un burócrata como la libertad de los hombres errantes’. Los caminantes recuerdan el valor de hacer camino, siguiendo el espíritu de los pioneros, de los que vienen a cambiar lo dado y proponer algo distinto, de los que sueñan con nuevos rumbos, de los que demuestran una soberanía sobre sus vidas. Y eso es rebeldía.
Baigorria retoma esa idea a través de sus crónicas de crotos y linyeras en la Argentina del s XX. Eran mayoritariamente varones vagabundos que no habían llegado a esa vida por no tener opción, sino porque habían elegido, voluntariamente, dejar el sedentarismo y lanzarse a recorrer los caminos. En palabras del propio Baigorria: eran ‘quienes vieron en la trashumancia una vía para encontrar, precisamente, su propia huella’. No tenían una meta, su destino era el camino mismo.
Caminar para descubrirnos
En esa elección de no quedarse quieto, de no sentirse cómodo con lo dado, con lo instituido, es que está la semilla de la vida contemplativa, herramienta que nos acompaña en el camino a nosotros mismos. Oscar Wilde, citado por Baigorria, decía que ‘la vida que tiene por finalidad ser y no obrar, y no solamente ser, sino devenir, hacerse, es la que nos da el espíritu crítico’. La vida andante del caminante, el croto, el vagabundo, el errante es una maravillosa metáfora para pensar en nuestro propio nomadismo intrapersonal.
Somos viajeros de nuestros caminos internos, de las huellas que vamos descubriendo en nuestros pensamientos y emociones, de los senderos que transitamos con experiencias personales. Y eso es rebeldía. Nos pone frente a desafíos o abismos. Nos lleva a ver desde otro ángulo. No nos conformamos con el orden dado, con los pensamientos ajenos, con decisiones impuestas, con las creencias acríticas. Y no hay una meta, no pretendemos llegar a la verdad o a lo absoluto. La meta es el camino.
Vuelvo a Maffesoli que expresa muy bien que ser nómade en el plano material es una metáfora para recorrer los caminos personales e intangibles: ‘el destino es el de la vida errante, la cual, aun si es potencialmente peligrosa, recuerda el aspecto fecundante de los orígenes, la fuerza de lo fundacional, el dinamismo de lo que se mueve’.
Una fuerza ancestral nos lleva a caminar para encontrarnos a nosotros/as mismos/as.